OCHO
POEMAS MANUSCRITOS
de
Jacobo
Fijman
Texto
introductorio de María Amelia Arancet Ruda. Del Centro Editores. Madrid. 2014.
Edición de 100 ejemplares firmados y numerados por el editor, realizados en
forma totalmente artesanal. Incluye el facsimilar de 8 poemas manuscritos de
Jacobo Fijman, cinco de los cuales son inéditos y tres, que fueron publicados
anteriormente, presentan modificaciones. Cada poema se presenta en una carpeta
individual, acompañados de un cuadernillo con el texto introductorio, todo ello
dentro de estuche cubierto de tela y papel estampado a mano, especialmente
diseñado. 42 p. 35,5 x 23,5 x 4 cm. ISBN: 978-84-942696-2-2.
PVP
€ 160
Una vez más,
quién es Jacobo Fijman
Es abundante lo hablado y lo escrito acerca de diversos episodios biográficos de Jacobo Fijman (Uriff, Besarabia rusa, 1898 – Buenos Aires, 1970), tal vez demasiado. Tan llamativa ha sido su figura, que incluso se lo convirtió en personaje literario muchas veces; menciono algunos de los ejemplos más conocidos: el Samuel Tesler del Adán Buenosayres (1948) de Leopoldo Marechal; el Jacobo Fixler de El que tiene sed (1996) de Abelardo Castillo; el Fijman de La reina del Plata (1988) de Abel Posse; el de Crónica de sombras. Sobre escritos inéditos de Jacobo Fijman (2011) de Andrés H. Allegroni; el de la pieza teatral Molino Rojo, o un camino alto y desierto (1990) de Alejandro Finzi; el motivo poético en textos de Osvaldo Lamborghini y de Olga Orozco; seguramente entre otros.
No repetiré tales
episodios. En todo caso, daré las coordenadas que hoy, a esta altura, considero
fundamentales. Jacobo Fijman es uno de los tantos inmigrantes llegados a la
Argentina a principios de siglo XX, al parecer, en 1904. Con la peculiaridad de
reunir los siguientes rasgos: es poeta; ejercita el violín más bien
intuitivamente; padece de alteraciones mentales, en cuyo diagnóstico no
incurriré, las que, además de forzarlo a una documentada internación en 1921, lo
llevaron a vivir sus últimos veintiocho años en el Neuropsiquiátrico “Borda”,
desde 1942; es judío converso al catolicismo, bautizado en 1930 en la Abadía de
San Benito en el porteño barrio de Belgrano; y, como broche de oro, es uno de
los pocos poetas argentinos que pueden incluirse fehacientemente en la tradición
mística de Occidente. Toda esta combinatoria, por decir solamente lo que es
fácilmente mencionable, traza un perfil de intensidad que redunda en que,
después de leer su poesía, tan rotunda, luminosa, ominosa y aplastante,
cualquier otra cosa resulta superficial, algo insulso, mero ruido. Para volver a
leer a otros autores post zambullida en las aguas de los poemas de Jacobo, es
indispensable ‘darse una ducha de Fijman’ a fin de poder regresar y habilitar
otras lecturas.
En vida publicó
tan solo tres libros. Alrededor del vanguardismo martinfierrista de los años 20
salió Molino Rojo -1926-. Y, luego, en torno de la “década infame” y/o del
“renacimiento católico”, según denominación de unos u otros, dio a prensa Hecho
de Estampas (1929) y Estrella de la Mañana (1931). El libro de relatos San
Julián el Pobre quedó anunciado en las páginas de la revista Número, donde
salieron, progresivamente, todos. Pero nunca se efectivizó como objeto, hasta
que fuera materializado recién en 1998, por obra y gracia de Alberto Arias. Como
fuere, en esos tres poemarios y en los relatos, y todavía más en la producción
poética y ensayística que le siguen, Fijman desborda ampliamente todo rótulo,
aun cuando comparte elementos con distintas estéticas y movimientos, como, por
ejemplo, el surrealismo, el impresionismo, el simbolismo, el hispanismo, etc. En
verdad, Fijman es por completo vanguardista, hasta la muerte, en tanto que en su
obra siempre va uno o varios pasos más allá de sí
mismo.
Del
texto introductorio de María Amelia Arancet
Ruda
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